lunes, 21 de febrero de 2011
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¿Me invitas a un helado? Y la copa del helado cayó en sus bonitos zapatos. Las comisuras de sus labios enseguida entristecieron, como si fueran a corromperse. Siempre algo que lo estropeaba y se marchó, avergonzada por semejante tontería. En realidad un torbellino de ilusiones la esperaba allí, no sabía donde pero se lo decía su corazón, palpitaba con más fuerza que nunca. Y no sabía que hacer y dio vueltas durante horas, bebiendo copas y conociendo a un millar de chicos que olvidaría al día siguiente, entre sábanas llenas de lágrimas. Eso es, decidió que su corazón sería libre, dejaría de estar enjaulado. ¿Pero a que precio?
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