viernes, 17 de junio de 2011

Sin explicación

Quería expresarme y no sabía como hacerlo y sin quererlo me encontraba en aquel extraño lugar mientras mis pies levitaban y colgaban tras el acantilado. No hay sensación más preciosa que la de sentirse libre, en contacto con la naturaleza, la sientes a través de todos los poros de tu piel, la felicidad se cuela en tu piel y las olas del mar te susurran piropos e historias bañadas en arena con purpurina. Cogeré un poquito de este agua y así en mí siempre habrá esta paz, paz, paz, paz, ¿no te llena con sólo oír esta palabra? A muchos parece que no, disputas, palos y gente que no quiere entendernos, ¡¡maldito gobierno!! Y en el cielo mil nubes de algodón con forma de estrellas y un gato, azul oscuro casi negro que me sonríe. Me recorre adrenalina por las plantas de los pies, subiendo lentamente pero como un gran elefante, se apodera de mi pero esta sensación me alivia y me lleva a mi otro mundo paralelo donde vivo en una casa vieja, polvorienta y destartalada pero tan perfecta... Es de color rojo y si soplas es como si llamaras al genio de la lámpara y si eres alérgico no dudes que el polvo mágico te hará estornudar. Vida contemporánea para una ciudad que habla, donde las avenidas te preguntan que quieres hacer y te llevan sin preguntar a lugares donde habitan hadas y duendes pequeños y traviesos, que se burlan de ti. Siempre soñando, viajando a través de ti. Ahora estoy aquí y ahora estoy allí temblando frente a la pantalla, extasiada, y exhalo el humo que un winston me ofrece, únicamente tu y tus pensamientos, pequeña escritora indecisa que dudas si perfumar los folios que escribes o si escribir con carboncillos, y una llamada y la rueda de tu pequeño Wil gira pues él también está nervioso. Y pequeñas cosas de la vida que nos vuelven locos como que todos los cables se enreden, pues esto es lo mismo, enredar y enredar, el mismo bucle del que no consigues salir, y otra vez tu telefono sonando como una maldita rutina que no consigues romper. Ring, ring, ring. Y vuelves a estar allí, pues allí no te molestan, ni nada te disgusta, no tienes dinero, no hay nadie contigo. Tan solo una fantástica libertad, tus labios sedientos y tú misma. Como aquel bar de la esquina 23, repleto de música, alcohol y humo, llegó a su máximo esplendor...